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martes, 11 de junio de 2013

Diarios de Muerte 3 - El chico listo

Llevo un día de perros. Primero el comisario Torres me llama a su despacho, y
me pide explicaciones de como va el caso, que qué progresos estoy haciendo... Y
cuando le respondo que seguimos sin pistas, el tipo pierde los estribos y se pone a
gritarme. Que si quiere resultados ya, que el alcalde le está pidiendo explicaciones. El
alcalde... ¡como si no tuviera cosas mejores que hacer el alcalde! Pero aún no he llegado
a lo peor. En esas estábamos cuando llaman a la puerta del despacho. AL abrirse entra
una chica más o menos de mi edad. Es guapa, no lo negaré. Y además muy oportuna. El
jefe levanta su orondo trasero de la doliente silla en la que se sienta (sí, sí, doliente,
la pobre silla tiene que sufrir cada vez que se sienta en ella), se acerca a la chica y le
estrecha la mano.

– La detective Carreras, ¿verdad? - la chica se queda como embobada mirándome
- ¿Tendré algo raro en la cara? Un moco quizá en mal lugar... O quizá está loca -
¿Detective? ¿se encuentra bien?
– Sí, sí, Perfectamente. Imagino que usted será el comisario Torres, ¿verdad? -
responde la loca.
– Sí, así es – El comisario estrecha la mano de la chica con fuerza. Como es típico
en él marca el territorio con este gesto. Estrechando con fuerza la esta
diciendo, “eh, aquí mando yo” - Y permítame que le presente al sargento Sanz,
será su superior y compañero en el caso Kay.
¿Compañero? ¿Desde cuando tengo compañeros? Esto lo hace por joderme.
Sabe perfectamente que prefiero trabajar solo. Pero no, él tiene que ponerme un
perrito guardián para que esto no se me vaya de las manos. Aunque para ser sinceros
el perrito no está nada mal. Mejor ella que algún seboso come donuts de los que hay
desperdigados por la oficina.
Me aproximo a ella y extiendo mi mano. ¡Anda Pues tiene los ojos azules! No me
había fijado. Suelto su mano y me dirijo a la puerta. Esta reunión ha terminado y
tenemos que trabajar. Seguro que Kai ha matado a alguien. No hay más que ver el
humor lobuno que se gasta el jefe. Abro y miro hacia la loca. Aún no se ha dado cuenta
de que el jefe da por finalizada la reunión.
– Bueno siento mucho que no tengamos tiempo para más – dice el comisario, - pero
anoche justamente Kay atacó de nuevo. Víctima número dieciséis. Estos son los
datos del lugar del crimen. El agente Sanz la pondrá al corriente por el camino.
Montamos en el ascensor y bajamos al semi – sótano. Entro en el coche y la
invito a entrar con un gesto. Arranco y coloco sobre sus piernas la carpeta de fotos de
Kai. No la abre parece idiota. ¿Para qué cree que la he lanzado la carpeta? ¿Para jugar
al busca y ve con ella?
– Esos son los asesinatos anteriores de Kai – Me dice. Su voz es grave y pausada,
aunque firme y seria. No parece el típico hombre que suela gastar bromas a
menudo - Échales un vistazo antes de llegar al lugar del crimen..
Se queda mirando el símbolo de Kai.
– Ese es su símbolo, - le informo- no sabemos por que eligió el símbolo o el
nombre. Pero tendría sus motivos.... o eso creemos. El caso es que con la de hoy
lleva dieciséis víctimas el muy cabrón, y no tenemos ni una sola pista. Ni siquiera
un patrón de comportamiento.
– ¿Cuál es su preferencia?
– ¿Qué quiere decir?
– ¿Hombres, mujeres, niños? Su víctima favorita.
– Ese es el problema. No lo sabemos. De momento lleva seis mujeres, cinco
hombres, y 4 niños y con todos se ensaña por igual. Y créeme. Se ensaña que da
gusto. Lo que vas a ver hoy no te lo enseñan en la academia. - Miro la dirección
del papel – Y encima esta última víctima es de Springold Falls.
– ¿Y eso que más da? - pregunta ella que no sabe de que estoy hablando.
– Springold Falls es un barrio mayormente familiar. Lo que quiere decir que hay
nuevos huérfanos o viudas o viudos. Y como le explicas a un hombre que acaban
de matar a su mujer tan salvajemente que cuando sea el funeral tendrán que
tener que cerrar la tapa del ataúd. O a un padre o una madre que ni siquiera
puede ir a reconocer el cuerpo de su hijo o hija porque está tan destrozado que
será imposible su reconocimiento. O explícale a un niño de cinco años que papá y
mamá nunca volverán para recogerle del colegio, ni para llevarle al parque. Por
eso odio que sea Springold Falls.
Se queda callada. Lo ha entendido. Creo que he sido un poco duro. Debería
disculparme.
– Oye, de verdad yo... lo siento si he sido muy duro – le digo, la voz temblorosa.
– No, no te preocupes. Tienes toda la razón, es una auténtica mierda que sea en
Springold Falls.
Me mira y compone una sonrisa triste, aunque no dolida. No la he ofendido ahora
me siento más tranquilo. Llegamos a la casa. El agente Rodríguez espera fuera, como
siempre. Mi CSI favorito. Es el mejor. Nunca deja un rincón sin registrar. Es perfecto
para su trabajo.
No creo que haya otra cosa que se le de mejor. Bueno, sí esperarme bajo la
lluvia durante horas. Pobre. La puntualidad no es lo mío. Estrecho su mano. Apretón
firme... aunque un poco flojo. Siempre me preguntaré que secreto ocultas, amigo.
– Gabriel, ¿podrías decirme quién es esta preciosa señorita que te acompaña? -
pregunta cogiendo la mano de la agente Carreras. Ahora le dará un besito en la
mano... ¡Ahí está! Y ahora guiño cómplice... ¡jo! Que predecible es este tío.
– Rodríguez, te presento a la detective Carreras. Carreras, este es Rodríguez.
Del CSI.
– Un... un placer – le tiembla la voz. Es tímida - ¿Qué sabemos del caso?
Rodríguez nos tiende una carpeta y nos indica con un gesto que le sigamos. Nos guía
al interior de la casa mientras relata los hechos como si fuera una lección bien
aprendida.
– Son las dos de la mañana y la señora Martín se dispone a tomar un tentempié de
media noche. Se levanta, bosteza... se tira un pedete... y se dirige a la cocina. -
Nos ha traído a la cocina atravesando toda la casa. Pero ya se ha equivocado en
la reconstrucción. Solo que aún no lo sabe. No le interrumpiré. Que quede en
ridículo luego.- Abre la nevera como cada noche. Pero, al iluminar la luz de la
nevera la cocina descubre una sombra tras de ella ¡Chachán! - da un saltito a la
derecha y abre los brazos... teatral...- La mujer intenta huir de camino a la
entrada. Rodea la mesa para esquivar al asesino y lo consigue. Huye hacia la
entrada y...
– Perdone, agente Rodríguez, pero no fue así. - ¿Qué?
– ¿Qué?
– Él la esperaba en la entrada de la casa, ella bajó las escaleras y, al verle,
intentó huir hacia la cocina para armarse con un cuchillo, y lo consiguió. Incluso
lanzó una estocada, que falló. Entonces, desarmada y aterrorizada intentó huir
hacia la puerta. Y ahí fue donde la cogió. La levantó del suelo, posiblemente del
cuello, y la llevó a la habitación. - Muy lista, Carreras. Ni un pero.
– ¿Y cómo ha llegado a esa conclusión, agente?
– Primero, si miramos el pasillo veremos que hay una zapatilla de color rosa en
esta dirección. Quizá otra persona podría pensar que se le cayó cuando huyó en
dirección a la puerta. Pero si tenemos en cuenta la inercia y que iba corriendo,
la zapatilla queda en la posición exacta en la que quedaría si viniera corriendo en
esta dirección. Además la puerta está cerrada a cal y canto. Lo que me hace
pensar que el asesino entró por allí y se aseguró de que no podría huir. Le gusta
jugar con sus víctimas y la dejó una vía de escape. Por si lo conseguía.
– ¿Y lo del cuchillo?
– Bueno, yo diría que era un cuchillo para pescado de unos 200 milímetros de hoja.
Sé que falló por que hay una muesca en el mueble. Justo aquí. - señala donde la
muesca que yo había visto al entrar.
Fascinante. Gran capacidad de observación. Buenas dotes de deducción. La chica
es buena.
– Vale. ¿Y cómo sabes como es el cuchillo?
– Está debajo de la mesa de la cocina. Se despuntó al clavarlo en el mueble por
eso sé que era ese cuchillo y no otro de los tantos que cayeron al intentar huir
del asesino, tal y como tú dijiste. En eso sí acertaste. Lo del cuello lo sé por la
otra zapatilla que hay en la entrada. Al levantarla del cuello, se le cayó la otra
zapatilla.
– Impresionante – tercia Rodríguez – Sí me acompañáis, os mostraré la
habitación.
Subimos a la primera planta. La alfombra está levantada en algunas partes del
pasillo. La llevó a rastras por aquí. La habitación es aquella, la del fondo.
– La habitación es aquella, la del fondo. - informa Rodríguez.
La habitación está tal y como yo me esperaba. Limpia, impoluta. Aquí no
encontrará ni una sola pista. Miro al techo. Casi consigo asustarme. Aunque no me
sorprende. Poco me puede sorprender ya. La mujer está clavada por las muñecas en él,
el torso abierto en canal. Miro a Carreras y ella a mi. Lo sabe. Puede que este caso se
nos lleve la vida por delante. Pero no cejaremos en nuestro empeño.

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